lunes, 10 de marzo de 2014

Reencuentro

Fuente: chuecashore

¿Quién dijo que el tiempo corre,
y nos quita la nostalgia,
y nos quita lo vivido
y nos borra la esperanza?

Después de seis meses compartiendo momentazos y depresiones de caballo veinticuatro horas al día y siete días a la semana, se hace verdaderamente difícil volver a acostumbrarse a la rutina de la vida real, pero una vez que aterrizas para no volver te das cuenta de que ese paréntesis que ha sido el Erasmus se ha acabado. Y comienzan los lloros, las pataletas y la ira contra el mundo cruel que te ha arrebatado los mejores meses de tu juventud. Aunque el Erasmus también quita cosas, años de vida concretamente, aporta muchas otras que no tienen precio. Las amistades son, sin duda, una de las más preciadas, pero a mi especialmente me gusta esa nueva visión del mundo, esa compuerta recién abierta que llena de luz mi cabeza. Esas ganas de conocer gente, de salir, de entrar, de viajar, de ver, escuchar y vivir, pero sobre todo, de reencontrar.

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