miércoles, 11 de diciembre de 2013

Un chándal constante

Le encanta pensar qué pasará dentro de cinco años, o recordar el caos en el que estaba sumida hace cinco años atrás, pero parece incapaz de detenerse un momento a coger aire y darse cuenta de donde está ahora, o hace cinco minutos. Cuenta de cinco en cinco porque ese número siempre le ha ayudado a recordar, aunque no es ni mucho menos su favorito, si es que lo tiene. Suele andar por ahí despistada, con la mirada perdida en sus quehaceres diarios, exprimiendo el tiempo al máximo con una extrema puntualidad exacerbante. No lleva nada en las muñecas, pero se cena los relojes cuando escasean las provisiones en la pequeña nevera. Últimamente la noto cambiada, más espabilada, más despierta, más consciente. Con ojos de búho recorre los pasillos de vez en cuando, arrastrando los pies por cada baldosa dejándolas bien relucientes. Se siente rara, pero bien, y al mirarse al espejo no sabe muy bien que ve, por lo que a veces tiene que pasarle una bayetita para despejar sus ideas. Está más dejada por fuera que por dentro, pero sin saber muy bien por qué, se siente en un chándal constante. 

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