lunes, 14 de octubre de 2013

F*cking Antwerpen

8:30 Suena la alarma y se esfuman mis sueños perezosamente por debajo de las sábanas. Me acuesto de noche y el Sol se levanta algo más tarde que yo. 

9:00 Desayuno pasado por leche, tras una rápida ducha de agua ardiente y un par de minutos ojeando Europa Press mientras re-sintonizo RNE.

10:00 Primera toma de contacto con el centenar de árboles amazónicos que mis nuevos profesores me obligan a aniquilar semana tras semana. Folios y folios a medio subrayar mientras el Sol va danzando entre nubes y cristalinas gotas de agua que ensucian el paisaje y, de paso, mis cristales. 

12:30 El rugido de mis tripas me impide concentrarme en la obligada lecura del día. Mendigo por los pasillos algo de compañía en la transitada cocina de la planta baja. Un tupper al micro y en dos minutos en la boca. Entre bocado y bocado, dejo caer algún pensamiento para que lo recojan mis vecinos.

14:00 De vuelta al trabajo, tal vez en casa, tal vez en clase. Depende de si es o no mi día de suerte. 

16:00 Tres largas horas de triste lavandería, mientras la colada se marea en el tambor de la lavadora, aprovecho para rellenar los estantes de la nevera con las provisiones del supermercado más cercano. 

20:00 Corriendo a cenar para tranquilizar a mi pobre estómago, que ruge insaciable la mayor parte del día. 

21:00 Sentada en la silla de la tortura, despliego una nueva ventana, inicio sesión en Spotify y dejo que la música guíe mis dedos por el teclado como si martilleasen un piano nuevo cada día. Publico, comparto y me olvido del blog hasta el día siguiente, cuando la alarma del móvil me recuerda que tengo un pequeño proyecto que atender. 

22:30 Skype echa humo. Las interferencias del micrófono me acompañan hasta que me desmayo envuelta en el edredón. Me acuesto de noche, me levanto de noche.

Silvius Brabo




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